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Hola, soy un Residuo Sanitario

Soy un residuo sanitario. Nací sietemesino, apenas llegaba a las 27 semanas de gestación cuando vine al mundo. Creo que mi lugar es el cubo de la basura o la trituradora, pero por alguna extraña razón, las autoridades sanitarias “progresistas” todavía no me han arrojado a ese lugar. Igual un día me da por acudir voluntariamente a mi sitio y dejar así de molestar a la humanidad ciudadana y progresista con mi presencia.

Mi condición de “residuo sanitario” por mi precoz nacimiento me ha marcado a lo largo de toda mi vida. Es evidente que mi desarrollo fue anormal, ya que hoy en día me sorprendo de continuo con ideas de lo más extraño, sin duda secuelas de aquél aciago momento. Me da por pensar a veces que eso de meter personas de cinco o seis meses de vida intrauterina en trituradoras me recuerda a cuando otros individuos metían a los judíos en cámaras de gas. En el primer caso, se trata de “residuos sanitarios”, y en el segundo se trataba de “residuos infrahumanos”.

Mis anómalos pensamientos se dirigen a veces hacia el “derecho” de las mujeres a su propio cuerpo. ¡Claro que sí!. Y también de los hombres. Eso me sonaba a un antiguo derecho de origen anglosajón llamado el “habeas corpus”, pero los “progresistas” me explicaron con mucho talante que eso del habeas corpus se refería a la prohibición de ser detenido arbitrariamente, es decir, que el poder político no puede disponer de tu cuerpo sin las garantías legales oportunas.

Como entonces no supe interpretar bien eso del “derecho” de las mujeres a su propio cuerpo, pedí a mis mentores progresistas que me lo explicaran, y me informaron con igual dosis de talante que eso se refería al derecho de la mujer a decidir sobre todo lo que concierne a su físico: controlar si desea un embarazo o no, controlar y decidir sobre su propia sexualidad, y un sinfín de variantes más. Entonces me fui a preguntar a un genetista.

Este señor me indicó que un óvulo fecundado contiene un código genético distinto por completo de su madre y de su padre, y que por lo tanto es un individuo de la especie humana único y en todo diferente y distinto de ambos. Como no lo entendía, le formulé mi pregunta en términos “progresistas”:

-A ver, pero entonces el embrión no es el cuerpo de la mujer, sino otro cuerpo distinto y diferente que se aloja provisionalmente en el interior del seno materno, ¿no?.

-Eso es, chico. De hecho, el sistema inmunitario de la mujer reacciona de forma inmediata ante ese “cuerpo extraño” desde el principio, y liquidaría inmediatamente al embrión si no fuera por una serie de mecanismos biológicos que lo impiden.

-Entonces, eso quiere decir que como es otro cuerpo que no es el de la madre, la mujer no tiene derecho sobre un cuerpo ajeno, ¿no?.

-Exactamente, chaval. Ni la mujer, ni el hombre, ni nadie en el mundo tiene derechos sobre cuerpos ajenos. Esas cosas sólo se han dado en sistemas políticos que hoy en día consideramos bárbaros, como los absolutismos antiguos o los totalitarismos modernos, que podían disponer con total impunidad de la vida ajena.

-Pero esto que usted me dice, ¿no será cosa de los curas, verdad?.

-En absoluto, hijo. Esto es biología pura y dura, ciencia genética. Aquí las opiniones religiosas no tienen cabida.

-Pues le agradezco mucho la información, caballero. Entre mis dificultades cognitivas motivadas por mi nacimiento precoz y la educación ciudadana que me han dado desde pequeñito, la verdad es que no sabía nada de todo esto. Gracias por aclarármelo y hacerme ver las cosas como son.

Soy un residuo sanitario. Pero hoy pienso que quizás, despues de todo, sí tengo derecho a la vida. Procuraré disfrutarla hasta que ésta toque a su fin.

Esta informacion la he sacado del blog: http://www.hazteoir.org/rosasblancas/?p=187

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